Como esa canción que se te mete en la cabeza y quieres oírla veinte veces seguidas. A veces los artistas dan con esa tecla que nos hace cambiar de humor y nos lleva a perdernos en su creación. Ese momento mágico surge al principio de la experiencia como un resorte dentro de nosotros.
La sensación de disfrute viene acompañada de una alerta preventiva que dice: disfruta hasta el próximo descubrimiento. Porque sabemos que los momentos geniales son escasos tratamos de exprimirlos al máximo sin que empañen experiencias inmediatas. Lamentablemente la imaginación es infinita y traicionera ya que intenta distorsionar lo vivido para sobrevalorar momentos de excitación. Es por esto que somos inconscientemente injustos con experiencias próximas. Tendemos a desmejorar la experiencia posterior al hallazgo. Siempre el tercer experimento en el tiempo tiene mejor recepción al estar a continuación de otro peor valorado. Es lo que se conoce como la paradoja del bronce. Me parece interesante la reflexión que se nos plantea ante una reacción inconsciente.
Algunos enólogos dan con esa tecla cuando hacen un vino que te apetece seguir bebiendo ofreciéndote un mar de tranquilidad en una copa. He tenido muchas veces esa sensación reflejada en una salsa bien ligada o en un producto excepcional bien tratado. Y reconozco también que he minusvalorado experiencias por simple agravio comparativo. Aunque es difícil salir indemnes de nuestro inconsciente, hay que intentar vivir cada momento aisladamente y así nos emocionaremos más a menudo.