¿Por qué me gustaría que eligieran por mí? Principalmente porque se han multiplicado exponencialmente las alternativas del mercado y elegir se ha convertido en una tarea hercúlea. Existen infinidad de variantes de todo. Donde antes había dos tipos de almohadas, ahora hay veinte y nadie quiere investigar sobre las diferentes características y lo que ofrecen. La paradoja de la elección fue discutida tras el estudio de Mark Lepper y Sheena Iyengar con los tarros de mermelada en un supermercado de California hace 10 años. La gente era más proclive a usar el cupón de descuento cuando se enfrentaban a una elección de 6 tipos de mermeladas que cuando debían elegir entre 24 opciones. Posteriormente, se ha demostrado la inconsistencia de este estudio por no tener en cuenta aspectos como el tipo de producto o el orden expuesto.
En el mundo de la gastronomía las elecciones son infinitas y no necesariamente las nuevas alternativas aportan una mejora significativa. A diferencia de lo que muchos crean, no son una mejora de Pareto. Ante la abrumadora oferta, la mayoría de la gente suele preferir que elijan por ellos. La archiconocida frase de qué plato o vino me recomienda es una constante. Otra forma de elegir por ti es el menú degustación preestablecido e inalterable.
Sin embargo, ¿por qué no suelo dejar que elijan por mí cuando se refiere a gastronomía? En la mayoría de los casos implicaría que atribuyo a priori al elector mis expectativas, gustos y preferencias. Casi siempre decido no delegar porque la experiencia me dice que hay muy poca gente con mis manías. Estas no son mejores pero sí, distintas. Especialmente en cuanto a la comida y la bebida considero que dejar en manos de otras personas la decisión suele llevarme a una menor satisfacción. Puede sonar narcisista pero cada vez que he pedido que me recomendaran un plato ha sido una auténtica decepción. Esto no tiene nada que ver con la calidad del criterio del camarero sino más bien con lo acorde del plato con mis preferencias y cuanto estas se apartan de la media. Demasiadas alternativas para elegir no es siempre algo malo. Lo malo es dejar que elijan por ti conforme a criterios aleatorios basados en el interés de un tercero.
El otro día en una heladería la niña tenía paralizado a un séquito de furiosos adultos porque dudaba entre helado de nata con caramelo y otro de nata con dulce de leche. Las críticas iban canalizadas a la madre pero quizás, y solo por esta vez, todos deberíamos de haber proyectado nuestro odio hacia el heladero.
Dim sum variados en A Wong. Londres, marzo de 2016.