Nos han obligado a no valorar los regalos, porque hacer lo contrario es de mala educación. Sin embargo, todo el mundo compara los regalos que nos hacen. Nos han hecho creer que por el mero hecho de dar a otra persona un regalo ya estamos en esa posición incuestionable. La valoración en la mayoría de los casos dista mucho de ser monetaria e intervienen infinidad de variables. Lo que es innegable es que juzgamos desde el envoltorio hasta el contenido.
Cuando estamos regalando algo hacemos esa ponderación antes de la compra, pero eso no está mal visto. Nos paramos a pensar en la intensidad del vínculo de la relación y la utilidad de lo que vayamos a ofrecer. Es por eso que cuando el presente es un compromiso, nuestra mirada se dirige hacía cosas sin alma: una corbata, un pañuelo o un ramo de flores. Si pensamos en sorprender a alguien especial, meditamos la dádiva con tiempo y eso nos lleva a realizar tremendos esfuerzos creativos para ser únicos. En estos procesos de búsqueda del regalo acorde al vínculo somos asesorados por esas mismas personas que penalizan la valoración de los regalos aludiendo a la mala educación.
Esta bipolaridad superficial de juicios de valor es masivamente aceptada en nuestra cultura pero la realidad es bien distinta. La realidad es que hay regalos impuestos y otros que nacen de la voluntad. Conforme a ese punto de partida, empezamos a urdir el plan para generar la reacción que buscamos en el sorprendido. Con más o menos destreza dejaremos entrever nuestras intenciones iniciales.
En un restaurante los obsequios casi nunca nacen de la voluntad. Estamos ante un negocio. La lógica de las donaciones se esfuma. Esto a veces se nos olvida y vemos la experiencia como una especie de regalo. En muchas cocinas intentan concienzudamente ofrecer una experiencia al comensal revistiéndola de un envoltorio, que esconde las verdaderas intenciones. Las intenciones comerciales. Debemos ser conscientes de esto y no sorprendernos. Ya tendremos tiempo de recibir otro tipo de regalos no impuestos.
Croquetas de jamón de Álbora. En Madrid, junio de 2016.