Supongamos que todo es circular. Escupidos por el sistema, aparecemos en otro nuevo estadio. Una nueva forma donde nos encontramos más tranquilos. No pretendíamos cambiar las fuerzas gravitatorias pretéritas sino que buscábamos otras. Las hemos encontrado o quizás ellas nos hayan encontrado. Cambiar de estado o de país, siempre en busca de algo diferente. Algo que no se haya repetido de una forma desagradable. Predispuestos a encontrar un aliento de personalidad.
En este fluir aturdido, siempre se hallan similitudes con otros estados anteriores. Como de una pesadilla a otra, lo que queremos es despertar y no cambiar el guión onírico. Pensando que en el nuevo estado de vigilia encontraremos la paz. Una diferencia de ánimo que nos haga creer de nuevo, pero hemos visto la cinta demasiadas veces como para dudar del desenlace.
Incluso en la transmigración de almas de los órficos vemos como en cada nuevo estadio conservamos lo malo de los Titanes y lo divino de Zagreo. El pecado y la bondad. Dicen que nuestra alma sacra cometerá numerosos pecados terrenales en los ciclos de vida que atraviese. Significa que volverás a probar ese postre mal elaborado solo porque te gusta el chocolate.
No hay escapatoria, tendremos que tragarnos infinidad de platos asépticos antes de toparnos con la reencarnación de la bella deidad Sarasvati. Entonces, ¿se cerrará el círculo o volverá a empezar?
Huevo con parmentier de patata y trufa de Compartir. En Cadaqués, diciembre de 2016.