Reconozcámoslo: desde el interior hasta el exterior estamos torcidos. Nuestro cuerpo es asimétrico por naturaleza y se plasma de manera más evidente en los siniestros. Casi nada de lo que nos rodea lo es, pero aun así seguimos buscando algo que nos despierte ese sentimiento de plenitud, haber encontrado eso que guarda proporciones. Sensación de no tener que añadir ni que quitar. Ese deseo vehemente de la belleza arbitraria de Perrault nos trae de cabeza. Así: desechamos manzanas cojas, damos mil vueltas a la arruga caprichosa de un zapato o nos gusta menos un plato antes de probarlo.
Todo este trajín en aras de alcanzar una paz subjetiva inalcanzable. Cualquiera diría que es mejor optar por el camino contrario, amar la disimilitud. Hay otros que buscan la asimetría como respuesta rebelde a la mayoría. Parece como si se hubiesen entendido del todo. Conocernos nos lleva a buscar las imperfecciones. Buscar lo que no encaje más que en nuestra desviación y así encontrar una paz subjetiva menos plena, pero alcanzable.
Nos atrae lo que le es propio a los cuerpos geométricos. Dejemos de ser abstractos caprichosos y pasemos a buscar lo torcido, a buscarnos.
Tarta de limón en Paleo Brasserie. En Oslo, septiembre de 2016.
Un comentario en “Nosotros, los asimétricos”