Padezco de frío en los pies. Es mi punto débil. Aguanto las bajas temperaturas sin guantes; pero, cuando llega a los pies, da igual lo abrigados que los tenga, siempre tengo frío. Con el mal tiempo es necesario abrigarse pero hasta un punto donde prefieres pasar frío. Con el calor podemos luchar hasta donde nos deja la desnudez. Entonces, el futuro es de aquellos que dividen el mundo en dos. Los que nos gusta el frío y a los que les gusta el calor. Los frioleros o los calurosos. Los de manos frías o los de pies fríos. Con esas divisiones se crean fronteras impenetrables. Solo se puede encajar en un lado. Lo difícil es ser consistente en sucesivos bisectores. No vale ser caluroso y tener frío en los pies. Bueno, pues ese es mi caso.
El reduccionismo a la bipolaridad convierte el discurso en algo digerible e irreal. También posiciona al locutor en uno extremo. Por favor, reclamemos: un poco de análisis, tiempo para entendernos y polos enfrentados con fronteras franqueables. Si tuviera que escribir un manifiesto en contra de las estupideces de las conversaciones de ascensor, no diría nada. No me gustan muchas de las cosas que están generalmente aceptadas como dogma de fe. Llevar la contraria siempre te marca, la marca de la censura colectiva. Ese colectivo irreflexivo que no comprende como a uno le puede gustar la alta gastronomía y estar tan contento con una tabla de quesos.
Cuando pienso en los que se quedan en las zonas grises me los imagino amontonados en un saco del que nadie habla. Quizás me esté perdiendo algo en esta reflexión y solo existan los que les gusta el queso y los que no. Yo soy de los primeros. Luego, miro esta tabla de quesos y veo cuatro tipos.
Tabla de quesos de Casa Solla. En Poio, agosto de 2016.
Un comentario en “Bisecados”