Necesito ver las cosas de cerca pero no soy miope. Necesito tocar las cosas pero no soy fetichista. Necesito que me pasen cosas pero no soy epicúreo. Me he dado cuenta que de cerca se ven las arrugas y que de lejos todo parece bonito o, al menos, sin defectos. Como aquella chica en la playa o ese velero en la costa.
Quizás si soy algo miope porque la miopía es un defecto de refracción. Eso puede decir que lo que veo no sea del todo un reflejo verdadero de la esencia del que lo transmite. Uno a veces es un faro guiando a barcos y otras veces un barco buscando faros. Simplemente hay faros que emiten una luz potente mal enfocada y otras veces hay barcos que no miran a la costa. Esta ataxia náutica siempre es más complicada de justificar si se reducen las distancias.
Veo ese plato tan aparente que me apetece pero tras probarlo, me desilusiono. Otras veces necesito que mi lengua sienta ese guiso con un aspecto dudoso para que después todo sea bello. Debemos romper las concepciones con el acercamiento. En el mundo excesivamente visual en el que vivimos la estética lo es todo y en la gastronomía primar lo visual a lo sápido es un error. De esa primacia vienen los recelosos de la vanguardia y los prejuicios infundados.
Ahora parece que con el GPS ya no importan los faros pero ellos siempre nos dirán donde está la costa.
Tortilla de patatas guisada en el Landa. En Burgos, marzo de 2017.
Que buena pinta tiene esa tortilla. Y qué bien se ve desde la distancia. Otra función, de la bendita distancia, es que, una vez has acabado de enfocar tu lente miope, aprendes que disfrutar de las pequeñas cosas es lo mejor que te puede pasar en esta vida. Espero que todo vaya genial, Guille. Un abrazo 🙂
Gracias Uri por tus palabras. Te deseo lo mismo!