– (paraguas)(gota)(gota)(gato triste)
– Vuelve a llover.
Utilizar demasiados emojis para decir que está lloviendo es un reflejo de nuestro tiempo: un emoji vale más que mil palabras. Mil palabras mal dichas, quizás. En el momento que percibimos un estímulo visual externo ya no hay vuelta atrás. La extrapolación queda limitada por la visión. Sustituir conceptos por imágenes es un error habitual. Vemos el exterior, quitamos la peculiaridad que puede tener un mensaje escrito por esa imagen llena de prejuicios generados por nuestra experiencia. Nos encarcelamos. Ante las imágenes ambiguas, tendemos a percibir lo que deseamos. Así vemos a una flamenca en vez de a una salsera. ¿Cómo no ver una palabra en un escrito?
A veces la especulación interpretativa es necesaria para disfrutar de una experiencia culinaria. Nos obligan a sustituir sensaciones por conceptos. Dejar al comensal absorto en un discurso que no se percibe por el gusto. Lo no se palpa, no se come. Esto es una máxima que deberían conocer determinadas elites gastronómicas.
Estas dos sustituciones son erradas porque no entienden ni atienden al objetivo final: transmitir dos tipos de mensaje. Un mensaje escrito y un mensaje gustativo. Ambos, difícilmente sustituibles. El emisor sustituye por comodidad mientras que el cocinero sustituye por incapacidad. Nos encontramos con mensajes vacíos de contenido pero visualmente agradables y con menús de conceptos pero vacíos de sabor. No sé si son paradojas de la modernidad o incomprensión de finalidades.
Tras 234 palabras, me rindo. (Mizaru), (Kikazaru), (Iwazaru).
Caja de postre de Happolati. En Oslo, marzo de 2017.