Las previsiones del tiempo para esta semana son desagradables. Llueve en muchos lugares del mundo. En Amsterdam hará mal tiempo, también en Pekín y en Sídney tendrán tormentas. Esto me lleva a pensar que solo en alguna remota ciudad costera podrán disfrutar del sol sin pasar los 25 grados. Este es el pronóstico del tiempo.
Haga el tiempo que haga a uno siempre le apetece un dulce pero más cuando el tiempo es gris. En los restaurantes españoles nos seguimos empeñando en idolatrar los postres foráneos. El último apartado de las cartas ha sido siempre un paradigma de la exaltación de lo desconocido y olvido de lo propio. En un restaurante de temática japonesa recientemente tenía la opción de elegir entre un brownie y un tiramisú. Será porque Japón no tiene tradición dulce o porque se nos han acabado las fuerzas o porque el dueño es español.
Creo que el afán por enaltecer lo extranjero está causando una homogeneización de la oferta de postres y paralelamente una merma en la difusión de nuestra cocina. En las más elevadas cocinas sigo añorando una versión más sofisticada de algún dulce nuestro que no sea la sobre-explotada torrija.
Con días lluviosos el ánimo reclama azúcar pero resulta desolador tener que elegir entre tanto postre mediocre globalizado. De una manera correlacionada positivamente con los acontecimientos pluviométricos cuantas más posibilidades gastronómicas más homogeneidad. Más lluvia, más glucosa, más dispersión. Pero contra todo pronóstico, el postre que encontraremos no será una excelsa leche frita.
Mille feuille de Henri Charpentier. Tokio, noviembre 2015.
Un comentario en “En el mundo llueve”