Las grandes decisiones cambian tu vida. Puntos de inflexión donde pasas de una concavidad a otra. No estoy de acuerdo. Para mí son las que requieren un mínimo de reflexión. Las tomo en silencio. En la cama mirando al techo justo antes de cerrar los ojos o en el trasiego de una página de historias desapercibidas mientras leo. Las decisiones importantes conllevan grandes cambios y no necesariamente cambios de rumbo. Yo decido cuales son grandes y cuales pequeñas. A lo mejor es que tengo una sensibilidad alta para el cambio.
Las grandes decisiones son puntos estacionarios. No es necesario cambiar de concavidad pero la curva se equilibra. No estoy seguro de estar de acuerdo. Para lo que unos es grande, para otros es nimio. Sin consenso sobre lo que es un máximo, nos apoyamos en los más cercanos para consultar sobre nuestra decisión en vez de tomarla en silencio. Con esto descargamos el peso de la posible responsabilidad si la cosa va mal y ponemos el punto en las gráficas de aquellos que consultamos.
Ese pastel de huevo, esa textura firme y ese sabor tan único deberían representar un punto en la línea. Un punto que no debería ser ni de inflexión ni estacionario. Una continuidad de tu maravillosa rutina. Al terminarlo, te das cuenta de que es una excepción. Un punto perdido en un sótano legendario de Ginza para el que no hay línea. El está dentro de otra gráfica, tu gráfica virtual. Esa que veneras aunque solo sea una pequeña representación de ti.
Quizás por eso no exista la segunda derivada en el punto de inflexión y la primera derivada del punto estacionario es cero. No estamos ante máximos ni mínimos. Creo que esas decisiones son puntos sueltos.
Tamagoyaki de Sushi Tokami. En Tokio, marzo de 2017.