La apatía estival es de color amarillento como un plátano gigante. Es ahora cuando está permitido dejar las cosas a medias. Posponer batallas que no tienen que ver con nuestra lucha con el calor. Nos exigimos menos incluso debajo del aire acondicionado. Lo demostramos en el vestir. Prolongaciones del vestuario de piscina en lugares inapropiados. Nos vale cualquier ensaladita. ¿Dónde están los guisos gelatinosos? Gazpachos con mil filtros se cuelan en las mesas sin ser conscientes. Subsistimos al choque con una cerveza en la mano y una gorra de propaganda para evitar quemarnos la frente. Somos innecesariamente más permisivos. En pos de la hidratación, nos aconsejan comer agua. Bochornosos menús para saciar nuestro apetito mientras pensamos en inaugurar la temporada de caza. Nos saciaremos en unos meses y volverán las reflexiones que ahora están latentes. Mientras tanto nos relajaremos aún más, leeremos y viajaremos lo justo.
Decía el Sabio de Baltimore: Hay una solución fácil para todo problema humano: clara, plausible y errónea. Háganme un favor: no se dejen con las sopas frías porque por ahí se empieza.
Gazpacho de cerezas en Bacira. En Madrid, julio de 2017.