Como veíamos a los mayores en el colegio es una de esas imágenes infantiles vivas de como sentíamos lo futurible. Los objetivos nos repelían como ahora ver la madurez, una mezcla de compasión y desasosiego. Esas visiones se modifican ligeramente conforme llegamos al objetivo y a la vez la experiencia presente se ve alterada por los posos de la memoria. Esos posos de amargor nos nublan cuando llegamos a lo que veíamos de lejos.
La mezcolanza de irrealidades y coacciones sociales que son los recuerdos siempre distorsionan. Aquellos que representaron buenas experiencias nos hacen ser benévolos con nuestros juicios. Lo que era una fiesta años atrás es ahora una oportunidad para revivir el momento. Nos olvidamos que podían ser nimiedades.
Las dos distorsiones: unas, lo percibido pero no vivido y otras, lo vivido pero exaltado; hacen imposible obviar la injusticia de nuestra mirada. En otro plano están las experiencias novedosas. Quizás sea por eso por lo que las ansiamos tanto. A mi me pasa con los calamares a la Romana. Los veo como los veía: una celebración. Un exceso que se permitía de vez en cuando. Luchaba por ser el que más comía y ahora me reprimo porque ya no puedo tener esa licencia.
Si esto se da toda la vida en nuestras cabezas ya no vale hablar de aquellos maravillosos años.
Rabas de calamar en La Primera. En Madrid, abril de 2017.
Un comentario en “Distorsión cronológica”