Sin alma de carpintero, evito el maltrago de tener que abrir un manual de instrucciones para montar un sillón. Prefiero que el mueble esté listo, mobiliario prêt-à–porter. Como vivimos en una sociedad narcisista ciertos modelos de negocio triunfan porque preferimos los armarios que montamos nosotros mismos. Lo podría entender si cortásemos el roble para hacer ese aglomerado. Sociedad DIY para consumidores que solo pueden ser partícipes de una pequeña fase de todo el proceso. Otra vía más para el autoengaño que nos aporta esa serenidad de haber contribuido a ser parte un proceso. No tenemos muy claro si es un proceso de enriquecimiento de una multinacional o el de la creación de un hogar estandarizado pero, al fin de cuentas, es un proceso.
Muchas veces para entender la verdad es necesario otro manual de instrucciones, conocer datos accesorios. Un ritual en el que tenemos que abrir todos los cajones de la cómoda. Mucha gente no está dispuesta a hacer este esfuerzo. Buscan historias listas para llevar. Por eso, lo mejor es inventar un bonito guión. Si la trama está bien construida, calmará nuestra ansia por indagar. A veces saber de más resta al disfrute de la experiencia. En esta tesitura aceptamos cualquier historia que nos cuenten desde la cocina para sobrellevar la degustación. Infinidad de preguntas que deberán quedarse dentro de los armarios empotrados de la gastronomía.
Mientras que prefiero tener las ataduras justas con la mesa del comedor porque al final se acaba rayando, pero sí que me gusta tener mi cabeza bien amueblada.
Satay Noodles de Bo.Lan. En Bangkok, febrero de 2017.